Mercado Mundial de miel trancado por culpa de producto adulterado que hace nata en el mundo. Aquí un hilo de twitter con los keynotes del ultimo informe de Ron Phipps.
El mercado local hace el aguante pero el efecto pandémico va a la baja.
Información Apícola desde la Araucania // Beekeeping Information from Araucania Chile
Mercado Mundial de miel trancado por culpa de producto adulterado que hace nata en el mundo. Aquí un hilo de twitter con los keynotes del ultimo informe de Ron Phipps.
El mercado local hace el aguante pero el efecto pandémico va a la baja.
A quién corresponda
Opinión del Rañiñelwe Apicola
Temuco, poco antes de We Tripantu 2023
En este momento de cambio y transformación, nos enfrentamos a desafíos de gran magnitud. En medio de los vientos fríos que nos instan a buscar protección y solidaridad, es imperativo explorar las regulaciones de nuestra cadena apícola. Nuestros corazones y espíritus se unen en busca de soluciones que fortalezcan nuestra ancestral apicultura. Abramos nuestras mentes al conocimiento y la creatividad de nuestra comunidad de pastores de ganado alado. Unidos en nuestro vuelo, labraremos un futuro radiante para quienes dependen de nuestras venerables abejas. Que la prosperidad y la coexistencia nos guíen en este viaje hacia el éxito. Nuestros pasos resonarán en nuestro planeta natal y en las lejanas tierras de Venus, donde quizás nuevos horizontes nos esperan con misterios y desafíos emocionantes.
Hoy en día es un hecho la existencia de una Ley Apícola, la cual ha sido solicitada por los apicultores durante muchos años. La Ley 21.489 fue publicada en el Diario Oficial el 12 de octubre de 2022 y representa un avance en la institucionalización del sector apícola. Esta ley busca dar respuesta a una serie de problemas acumulados a lo largo de los años.
Sin embargo, como suele suceder, los actores afectados por esta Ley, tanto apicultores como agricultores, solo toman conciencia de sus implicancias cuando se redactan las resoluciones y reglamentos que la misma Ley ordena. Es en ese momento cuando se detallan los impactos reales y se conocen las opiniones concretas de las autoridades sobre su interpretación. Además, se evidencia la coherencia entre los distintos artículos de la Ley. Es importante señalar que esta Ley se promulgó sin suficiente evidencia y se formuló basada en paradigmas equivocados.
Lamentablemente, en Chile la organización de los apicultores es débil, al igual que la apicultura en general, así como la formación de técnicos y profesionales del agro y otras disciplinas relacionadas. También se observa debilidad en la estructura institucional estatal que debe acompañar al sector, desde el nivel central hasta los niveles municipales.
Es común encontrar opiniones sobre "las abejas y su miel" sin un conocimiento profundo de la materia.
Durante más de 172 años con abejas de miel en Chile, la única estadística estatal de colmenas y apicultores provenía del Censo Agrícola o simplemente no existía. Recién a partir de 2016, después de más de 10 años de solicitud, se logró comenzar a registrar apicultores, apiarios y colmenas con una base georeferenciada. Sin embargo, muchos dudan de la calidad de los datos registrados hasta hoy, ya que no se sabe cuán limpios y actualizados están los registros, ni cuál es el alcance del mismo, dado que no es obligatorio. Es cierto que la pandemia y las restricciones de movimiento debido a ella ayudaron a que los apicultores se registraran al buscar un salvoconducto. No obstante la experiencia nos demuestra que existen apiarios que no están vigentes, colmenas que han muerto y no se han actualizado los registros, o tal vez, registros inflados con el objetivo de cobrar seguros apícolas subsidiados o no por el INDAP.
Se echa de menos una fiscalización más activa por parte de la autoridad para garantizar la calidad del registro.
Durante ese lapso de tiempo, no existió una Ley dedicada exclusivamente a la apicultura, solo existía un Decreto con Fuerza de Ley (DFL15) de 1968 que mencionaba de alguna forma a las colmenas y que fue derogado con la promulgación de esta nueva Ley (artículo 30).
La Ley actual tiene disposiciones que entran en vigencia con su promulgación, mientras que otras entrarán en vigencia un año después con la promulgación de los reglamentos correspondientes (artículos primero y segundo transitorios). Sin embargo, la Ley no establece un plazo para las resoluciones, como la mencionada en el inciso primero del artículo 14. Aunque se puede asumir que estas resoluciones tendrán el mismo plazo que el reglamento establecido en el inciso segundo, la redacción de la Ley puede llevar a interpretaciones incorrectas del artículo 14.
Con la promulgación de la Ley (artículo 31), las colmenas finalmente son reconocidas en el Código Penal y se puede aplicar la figura del Abigeato (artículo 448 bis). Sin embargo, al no individualizar cada una de las colmenas, se vuelve impracticable la fiscalización en ruta.
Por primera vez, se reconoce la existencia de la apicultura urbana y se supera la histórica barrera entre lo urbano y lo rural establecida por el Plano Regulador Comunal. Además, se involucra plenamente a los municipios con la apicultura (Título X, artículo 29). Sin embargo, la oposición infundada (o sin expresión de causa) de algun vecino y el tamaño de los terrenos estipulados por la ley actúan como barreras de entrada para el registro adecuado y la declaración de actividades apícolas en áreas urbanas, lo que pone en riesgo esta actividad en ciudades, pueblos y aldeas.
Por primera vez, se establece de manera legal la relación entre Odepa y el sector apícola (artículo 24). Además, se incorpora de manera definitiva al Ministerio de Salud y al Código Sanitario en su función de fiscalización de productos adulterados (artículo 25). Se deja además claro un sistema de fiscalización y sanciones por parte del SAG (artículos 26, 27 y 28).
La sección de fomento (Título VIII, artículo 23) aún es débil, al igual que el papel desempeñado por la Comisión Nacional Apícola, pero se avanza en la protección de la apicultura orgánica sobre la tradicional (artículo 22).
Hay un título completo (VI, artículos 17 al 21) que aborda la comercialización de los productos y materiales biológicos apícolas, estableciendo las responsabilidades entre el SAG y el Ministerio de Salud. Además, este título impone ciertas definiciones sin perjuicio de lo establecido en el Código Sanitario y en el Reglamento Sanitario de los Alimentos. Asimismo, se involucra al Ministerio de Economía en lo que respecta a la denominación de origen e indicaciones geográficas. Algunos artículos de este título ya están vigentes (18 y 21), mientras que los demás requieren un Reglamento y entrarán en vigencia el 12 de octubre de 2023.
Dentro de este análisis, omitiendo por falta de tiempo lo relativo a los productos apícolas destinados al consumo humano que requieren de un reglamento (artículos 17 y 19), me centraré en la vigencia del artículo 21 y solicitaré claridad en cuanto a lo que se entiende por "la acción respectiva".
Resulta igualmente confuso o poco comprensible el artículo 20, que parece separar la cría y selección de abejas de las demás funciones de la apicultura o implicar la existencia de algún intermediario que debe ser registrado más allá de los apicultores y sus apiarios regulados en el Título II, especialmente en los artículos 5, 6 y 8. Resulta aún más incomprensible el artículo 20, dado que en el artículo 6, inciso c, se establece la creación de un tipo de apiario destinado a la selección y cría de abejas.
El artículo 6 de la ley establece la obligación para los apicultores de registrar sus apiarios según tres categorías bien definidas: producción, polinización, selección y cría; y una cuarta categoría denominada "Otras actividades apícolas". Sin embargo, este artículo olvida mencionar los apiarios de invernada y, sobre todo, pasa por alto que la gran mayoría de los apiarios tienen una vocación mixta total o parcial. Por ejemplo, pueden estar dedicados tanto a la polinización como a la producción de miel, marcos con cría, fecundación de reinas o producción de núcleos. Las combinaciones son múltiples y dependen no solo de la preferencia de cada apicultor, sino también de las circunstancias de cada temporada.
Un ejemplo concreto es el caso de la Canola hibrida, ¿se consideraría como actividad de polinización o de producción cuando no es semillero?. ¿Por qué, si el beneficio en la planta es el mismo?. Mirado desde otra perspectiva ¿No podemos producir miel cuando estamos polinizando Arandanos al lado de una siembra de Canola hibrida?
El artículo 16 regula la exportación de productos apícolas y material biológico apícola, haciendo referencia al artículo 9, el cual a su vez establece la regulación de las condiciones estructurales y operacionales a través de un reglamento. Presumo que el objetivo es garantizar la trazabilidad de la producción y la existencia de colmenas, pero esto no está claro en la Ley. Se logra cierta claridad adicional, aunque no total, con el borrador del Reglamento General o Norma Técnica.
Lamentablemente, debido a esta extraña definición legal, el Reglamento General adolece de falta de claridad y obliga cambios en las bases de datos históricas del FRADA/Sipec. Esto ha llevado a inconsistencias y lagunas entre el Reglamento General y la Resolución que se menciona en el artículo 14.
En el Reglamento General o Norma Técnica, se exige marcar las colmenas con un número de productor, pero no se individualizan con un número único. Por lo tanto, en la resolución que regula los movimientos a través del FMC, no será posible cumplir con el punto iv: identificación de las colmenas. Esto impide que los fiscalizadores puedan saber si se está movilizando la misma colmena en múltiples ocasiones, lo cual es crucial para controlar los robos y aplicar la figura del abigeato. Se trata de una omisión imperdonable en términos de seguridad y control.
Los reglamentos y resoluciones están introduciendo cambios en el tratamiento de los apiarios (artículo 6), pero no se aclara cómo se realizará la transición del antiguo Sipec al nuevo Sipec. Anteriormente, era el apicultor quien se clasificaba en diversas actividades productivas, pero ahora son los apiarios los que tienen estas características, excepto en el caso de aquellos que no son apicultores pero comercializan productos biológicos apícolas y no poseen apiarios, sino puntos de acopio. Además, surge la pregunta de si estos comerciantes tienen una vocación "productiva" o ¿de dónde sacan el material biológico que comercializan. Resulta un tanto confuso, ¿no es así?
Este cambio radical en el Registro genera grandes dudas entre los apicultores en cuanto al respeto de sus apiarios históricos. ¿Cómo se llevará a cabo la transición entre una base de datos y la siguiente? ¿Se realizará una renovación completa y aquellos que registren primero un apiario serán los beneficiados? ¿Se realizará una migración manual por parte del SAG para mantener las ubicaciones históricas? ¿Qué sucederá en los casos históricos en los que no se cumpla la regla de negocio establecida en el reglamento de trashumancia que norma la distancia entre apiarios? ¿Qué ocurrirá con la gran mayoría de los apiarios que tienen características mixtas?
La interpretación que hace el redactor del reglamento de trashumancia y la resolución de movimientos acerca de qué constituye una colmena de producción, a nuestro entender, distorsiona el espíritu de la Ley y permite saltos teóricos que no son compatibles con la realidad apícola en algún lugar del mundo, o deja espacios para futuras interpretaciones que generan incertidumbre o, simplemente, son injustas y propician prácticas deshonestas (Hecha la Ley, Hecha la Trampa).
Es posible que la ley sea poco clara o incompleta, por lo tanto, al analizar detenidamente su implementación a través de reglamentos/resoluciones, puede prestarse para interpretaciones que, de prosperar, generarán niveles de injusticia entre los distintos apicultores del país y, en lugar de solucionar problemas históricos, generarán nuevos problemas.
¿El Poder Ejecutivo está dispuesto a utilizar su iniciativa de ley para proponer mejoras al texto recién aprobado y, de esta manera, reducir la incertidumbre y las malas interpretaciones?
La ley no define la "colmena de producción", solo define "colmena" (artículo 4 f.). Sin embargo, sí establece la categoría de "apiario de producción" (artículo 6 a) y los “productos apícolas” (artículo 4 ñ).
Para todo apicultor, una "colmena de producción" es aquella que, cumpliendo la definición de "colmena", ha alcanzado un tamaño adecuado en la fecha propicia, es decir, ha cubierto aproximadamente el 70% al 80% de la superficie de una cámara de cría entre agosto y fines de noviembre (dependiendo de la latitud y cercanía a la costa), y por lo tanto, está en condiciones de producir, como por ejemplo, marcos de cría, núcleos, servicios de polinización, polen, alzas o medias alzas de miel, reinas fecundadas o celdas de reina. Sin embargo, el reglamento propuesto parece limitar la definición de "colmena de producción" a aquellas que se instalan en un apiario de producción, lo cual consideramos incorrecto desde la perspectiva apícola.
Es aún más erróneo cuando se entiende que los productos apícolas (definidos en la letra ñ de las definiciones) como la miel, el polen cúrcubilar, la cera, la cera de opérculo, la apitoxina, el propóleo y la jalea real, entre otros, se separan del material biológico (artículo 4 h), y a su vez se crea un tipo de apiario de selección y cría (artículo 6 c), que difiere de un acopio realizado por un intermediario comercializador. Además, la definición de material biológico se limita y omite los marcos de cría como producto de una colmena, a pesar de que existe un mercado para dichos marcos.
¿Cómo abordará la autoridad la trazabilidad del mercado de marcos de cría? ¿Qué pasa con la miel que se cosecha mientras se está polinizando?. ¿Qué producen las colmenas en apiarios tipo d: otras actividades apícolas?. Es necesario que se establezcan disposiciones claras y adecuadas para garantizar la trazabilidad de este tipo de productos en el marco regulatorio propuesto.
Bajo esas premisas, los apiarios de invernada, que han sido olvidados por el legislador en su texto, deberían ser clasificados como "Otras actividades apícolas" (artículo 6 d), quedando fuera de la pretendida regulación de la trashumancia y solo siendo afectados por la resolución que controlaría el movimiento de colmenas quedando en la misma condición que la polinización.
Durante la discusión de la Ley, se buscaba controlar el movimiento o trashumancia de colmenas no solo con fines de trazabilidad sanitaria o epidemiológica, sino también para prevenir robos y aplicar la figura del abigeato. Sin embargo, esto no se lograría a menos que cada colmena sea individualizada con un número único, independiente del número del propietario.
Por otro lado, el legislador incluye en el mismo artículo 14 los términos "Movimiento o Trashumancia de colmenas" como sinónimos, y solicita un solo reglamento que regule toda la trashumancia, así como una resolución que norme todos los movimientos, que se entiende son lo mismo. No obstante, la resolución que regula el Movimiento, además de no individualizar las colmenas, permitiendo contar muchas veces la misma unidad, pregunta por el Motivo del Movimiento o trashumancia sin especificar cuales son las opciones, y también otorga un tratamiento especial a los movimientos hacia apiarios de polinización preguntando por fecha de inicio y termino, cosa que no hace en los otros casos. Además, no permite la colaboración de varios apicultores para proporcionar servicios de polinización o trabajar de manera subcontratada, ni permite la solidaridad entre apicultores que comparten o prestan sus apiarios. Además, no queda claro si las colmenas de más de un apicultor podrán viajar en el mismo camión.
Es necesario que se realicen modificaciones y aclaraciones en el texto para abordar estas preocupaciones y garantizar una regulación más precisa y equitativa en cuanto al movimiento de colmenas y la trashumancia en el marco de la ley y la definición mas universal en el marco de una ganadería que puede ser nómade.
¿Por qué se llega a esta situación? Como mencionamos anteriormente, el redactor de la propuesta parece tener una comprensión errónea del concepto de "colmena de producción". El espíritu de la ley al referirse a una "colmena de producción" realmente buscaba distinguirla de un núcleo o colmena en formación, con el objetivo de priorizar el cumplimiento de la norma de polinización que establece un tamaño mínimo estándar para las colmenas. Sin embargo, los documentos en discusión reflejan una interpretación diferente, aparentemente la interpretación del "abogado del SAG".
Para todos los apicultores que trasladan sus colmenas y especialmente para aquellos que mantienen apiarios fijos, esta distinción que hace el artículo 6 entre los usos de los apiarios según las categorías definidas resulta bastante relativa. En la mayoría de los casos, esto induce a clasificar todos los apiarios en las 4 categorías o al menos en un par de ellas (la legislación española incluye el apiario mixto). Parece que se busca, de alguna manera, separar y brindar un tratamiento especial a la polinización comercial de cultivos en comparación con la polinización incidental o adventicia que realizan las abejas en bosques y praderas. Además, no se le otorga la importancia que merecen a los apiarios de invernada, los cuales deberían ser clasificados en la categoría d.- "Otras actividades apícolas" si se utiliza la interpretación estrecha subyacente en la redacción.
Este enfoque reduccionista permite al redactor de la propuesta proponer únicamente medidas de regulación para los casos de apiarios productivos, sin hacerse cargo de otras situaciones que podrían representar un mayor riesgo para la sanidad apícola, como la invernada y la polinización dirigida, donde se concentran muchas colmenas en áreas pequeñas.
Es evidente la necesidad de abordar estas cuestiones y adoptar una visión más amplia y precisa que considere todas las actividades apícolas relevantes, promoviendo así la protección de la salud de las abejas y la sustentabilidad de la apicultura en su conjunto, con un mas sano coexistir entre nomades y sedentarios, entre nortinos y sureños, entre grandes y mas chicos.
Incluso resulta lamentable y preocupante desde la perspectiva ciudadana que, a pesar de contar la autoridad con al menos 5 años de datos de registro de apicultores y apiarios georreferenciados, no se haya presentado como parte de la discusión un análisis de esos datos geográficos para intentar justificar al menos las distancias propuestas. Según los datos disponibles y la experiencia de muchos apicultores, las definiciones de distancia planteadas no se ajustan a la realidad de muchos apiarios a nivel nacional. Sería beneficioso que el Ministerio de Agricultura presente un análisis de esos datos para que se puedan apreciar los impactos de lo que se nos propone y no se tome una decisión "a ciegas" sin una justificación razonada o al menos una explicación comprensible.
En relación a la resolución de movimientos, se establece que "las colmenas que sean objeto de movimiento deberán estar identificadas de acuerdo a las normas reglamentarias de la Ley 21.489 (Norma Técnica)". Sin embargo, es fundamental comprender cómo y en qué plazo se debe cumplir con esta identificación. Esto es vital para poder cumplir con el Ficha de Movilización de Colmenas (FMC) o llevar un control interno adecuado, es decir, colmena por colmena. Lo que la Ley define como Norma Técnica se nos presenta como Reglamento General, y en este último documento, como hemos mencionado anteriormente, todas las colmenas solo se marcan con el número de productor. En el Real Decreto español 209/2002 se otorgaron 60 meses a los apicultores para cumplir con esta exigencia de marcar las colmenas. Apelando al principio de gradualidad establecido en la Ley apícola, es importante preguntarse: ¿Cuánto tiempo tendrán los apicultores para marcar e individualizar sus colmenas en Chile? ¿Se marcarán e individualizarán de la misma manera que en otros países o normativas?
Es esencial que estas cuestiones sean aclaradas y se establezcan plazos razonables para que los apicultores puedan cumplir con los requisitos de identificación de las colmenas de manera efectiva y coherente. Esto permitirá garantizar la trazabilidad y el control necesario sin imponer una carga excesiva o generar confusiones innecesarias para el sector apícola.
Sin duda que dado las estrictas condiciones económicas actuales que transita el sector se piense en alguna forma de apoyo para lograr esta marcación e individualización que la Ley obliga.
Así como existe una discrepancia entre la comprensión de la mayoría de los apicultores y el redactor de los documentos mencionados en relación a la definición de una colmena de producción, también se observa una falta de entendimiento respecto al espíritu de la Ley en lo que respecta al "sistema actualizado y permanente de control interno". Los apicultores siempre han entendido que esto se refiere a un cuaderno de campo, el cual se traslada de un apiario a otro (de cualquier tipo) y se registra en un formulario impreso que lleva consigo el transportista (generalmente el propio apicultor). Sin embargo, nos encontramos con que el redactor de los documentos insiste en que este control interno debe ser realizado a través de un formulario digital llamado Ficha de Movilización de Colmenas (FMC), el cual se genera a través del Sipec Apícola un servicio online. Se entiende que esta es la única forma en que el SAG puede cumplir con el requisito de notificación de la aplicación de plaguicidas que exige el artículo 12 de la Ley (y que el SAG olimpicamente y con poca claridad delega en cada huerto). Sin embargo, surgen dudas por parte de los apicultores, ya que saben que la realidad puede presentar situaciones en las que no haya señal para acceder a internet o en casos de emergencia donde se deba tomar la decisión de movimiento con menos de 48 horas de antelación. Además, se echa de menos un período de prueba o marcha blanca en el que los apicultores puedan adaptarse a este nuevo requisito/proceso.
En el mismo espíritu de comprensión de la realidad apícola, se debe reformular el punto e) de la resolución que regula los movimientos, eliminando la mención a "muerte o pérdida de colmenas" y redactándolo de manera que se establezca lo siguiente: "En caso de discrepancias entre la FMC declarada con 48 horas de antelación y el movimiento realizado en última instancia, el apicultor deberá...".
Esto es de suma importancia, especialmente cuando se solicita el detalle colmena por colmena (la única forma real de controlar) para los movimientos destinados a la polinización rentada o dirigida, dado que primero se deben seleccionar las colmenas que cumplen con las normas de polinización (o las especificaciones del cliente) y luego se debe esperar al momento adecuado de floración en el cultivo, lo cual puede cambiar en el transcurso de una semana y resulta imposible de cumplir en un plazo de 48 horas. Esto se complica aún más si hay varias partes involucradas y no solo depende del apicultor.
También surgirá una situación contradictoria cuando un apicultor reciba un aviso de aplicación con 48 horas de antelación y decida mover o trasladar sus colmenas, pero no pueda generar la FMC con al menos 48 horas de antelación. Esto plantea un dilema que resulta difícil de resolver a menos que exista la posibilidad de hacerlo de forma manual.
En ese sentido, sería más adecuado que los apiarios utilizados para la polinización sean registrados por el huerto que requiere el servicio, en lugar de que sean registrados por los apicultores que tengan contratos de prestación de servicios durante esa temporada. Esto es especialmente importante considerando que el artículo 12 de la ley exige a quienes realizan aplicaciones de plaguicidas utilizar una herramienta diseñada específicamente para que el huerto pueda identificar los apiarios dentro de un radio definido según la toxicidad del principio activo y el tipo de aplicación (terrestre o aérea), y así obtener los datos de los apicultores/apiarios a quienes se les debe notificar con 48 horas de antelación antes de cada aplicación. ¿Cómo accederan a la información de los apicultores si no están registrados los campos en el Sipec? Si huertos o campos se registran en el Sipec, no solo porque hacen aplicaciones, si no que ademas contratan colmenas para polinización, se podría establecer una relación de muchos a uno o de uno a otro (similar al caso de la solidaridad entre apicultores que se prestan o comparten apiarios), lo cual no está permitido actualmente, ya que la definición de relaciones es uno a uno.
Continuando con la Resolución y la Norma Técnica que regula las aplicaciones de plaguicidas de acuerdo con el artículo 12 de la ley, y con el objetivo de evitar futuras interpretaciones erróneas, es necesario definir los ug/abeja (microgramo/abeja) haciendo referencia a algún estándar de laboratorio para situaciones de contacto y/o ingestión (o el estándar que sea más estricto). Sin esta referencia a un estándar, una abeja puede pesar más de 160 mg (miligramo) cuando está viva y con el buche lleno, pero menos de 90 mg (miligramo) cuando está muerta y seca en horno, lo que genera una diferencia de casi el 100%, lo que hace que la norma sea ambigua.
Se percibe cierta discrecionalidad que resulta molesta en el punto 4.84 de esta norma técnica de aplicación de plaguicidas, dado que si la aplicación es ordenada por el SAG, quedaría exenta de dar aviso a los apicultores y cumplir con la norma que rige para todos los demás. En caso de que la instrucción sea dada por el SAG pero la aplicación sea realizada por un particular, ¿se aplicaría también la excepción?
"Para determinar el distanciamiento entre apiarios, se tomará en cuenta el número de colmenas de los apiarios que estén registrados y activos según la última declaración realizada en el SIPEC Apícola." dice el penultimo parrafo del art 4 del reglamento de trashumancia. ¿Qué se entiende por un apiario registrado y activo?
El registro de los apiarios se realiza obligatoriamente solo en octubre y luego se actualiza según los movimientos. ¿Cuando se retiran todas las colmenas de un apiario, deja de estar activo? ¿También deja de estar registrado? Si ese fuera el caso, un apiario de producción de miel en el sur o en la cordillera de la zona central nunca estaría registrado y activo para un apicultor trashumante, ya que se utilizan después de octubre.
Para un apicultor trashumante, un apiario registrado y activo es aquel en el que potencialmente puede colocar colmenas, y su selección y carga dependerá de la evaluación que cada apicultor realice de las condiciones presentes y las posibilidades futuras para cada temporada de producción en particular. No es una situación estática en el tiempo y es muy difícil de predecir debido a los cambios impredecibles impuestos por el cambio climático. En el ámbito de la agricultura, a esto se le llama "condición del sitio", y a veces es conveniente sembrar un determinado cultivo en invierno, mientras que en otras ocasiones es mejor sembrarlo en primavera, todo dependiendo de la apuesta que haga cada agricultor en función de su experiencia y conocimiento. La pertinencia de esa decisión a menudo marca la diferencia entre el éxito y la bancarrota.
Dado que existe un historial de apiarios (con al menos 5 años de registro por parte de la autoridad / FRADA), es necesario examinar esta nueva propuesta de distanciamiento entre apiarios y "apiarios registrados y activos" con la pregunta de "¿Quién tiene prioridad?".
Como mencionamos anteriormente, según la información de ubicación de los apiarios que tenemos disponible, la propuesta actual es inviable, ya que hay apiarios históricos que no cumplen con las distancias establecidas. ¿Cuál de ellos está infringiendo la norma? ¿Cuál es el orden de prelación en estos casos?.
Por lo tanto, es fundamental que el Ministerio de Agricultura realice un estudio más profundo y exhaustivo de los datos de registros existentes para evaluar el impacto de las medidas propuestas.
En particular, es necesario realizar simulaciones de la Regla de Negocio propuesta para operacionalizar las distancias y capacidades, y en base a ellas, evaluar los impactos del Reglamento propuesto. Hasta ahora, se nos ha presentado un ejercicio rápido sin compartir el archivo de Excel para comprender mejor la mecánica de cálculo, y se ha llevado a cabo un trabajo sin considerar la geografía, solo utilizando datos agregados a nivel regional. Esto no es suficiente para estar satisfechos y, obviamente, al consultar a los apicultores, se presentarán distancias y capacidades que generen opiniones favorables o desfavorables, dependiendo de la interpretación de cada apicultor en cuanto a lo que entiende es su conveniencia.
Finalmente, esta situación genera incertidumbre, especialmente en relación con la diferencia entre apicultores que producen material biológico para la venta y aquellos que, sin ser apicultores, comercializan material biológico. ¿De dónde proviene este material biológico si no hay un vínculo evidente entre apicultores y comercializadores declarado en la ley o los reglamentos?
También hay incertidumbres en relación con los apicultores que han registrado apiarios en el tipo C del artículo 6 de la Ley y el punto 7 del reglamento de trashumancia, que surgen de una mala interpretación de lo que constituiría una colmena de producción.
Además, existen incertidumbres en relación con la regulación de las zonas de desarrollo y selección genética, que se dejará para futuras regulaciones. Es probable que en Chile no haya ningún apicultor que se encuentre en esta categoría, es decir, que tenga un apiario dedicado exclusivamente a la selección y cría con necesidad de un mayor aislamiento. Sin embargo, hay muchos apicultores que producen material biológico para la venta con fecundación abierta de reinas.
En Chile, a menudo se confunde el fenotipo con el genotipo y se habla de pureza genética sin una base científica molecular real (o sin utilizar otras técnicas estándar, como la morfología de alas). Si la autoridad conoce situaciones particulares que requieren protección, estos requisitos deberían reflejarse en este Reglamento ahora y no mantener la incertidumbre dejando esto para el futuro.
Para impulsar el uso de herramientas geográficas y el Registro de los Apicultores, se requieren incentivos efectivos. Es fundamental promover ideas innovadoras que impulsen la apicultura nacional, abordando tanto la crisis actual como el futuro del sector. Esto implica estrategias a corto y largo plazo para respaldar a las abejas y a los apicultores. Se necesita un enfoque integral y colaborativo que considere los desafíos y oportunidades del sector. La implementación de políticas públicas adecuadas es esencial para crear un entorno favorable a la apicultura y fomentar la colaboración entre todos los actores involucrados.
Email enviado a ODEPA el 14706/2023 en el marco del proceso participativo de redacción de Reglamentos/Resoluciones de la Ley Apicola https://www.odepa.gob.cl/
Gabriel y Kuko |
Abogado (o casí), amigo, dirigente, politico y con aires de humilde rancio nacional.
... ejem "descendiente de Balmaceda, por acá" me indicaba cuando yo me floreaba con mi heráldica.
Se ganó un espacio en Apiaraucania dado los años de trabajo conjunto por sacar una buena Ley Apicola. Lamento no haber tenido la oportunidad de conversar con él luego de aprobada la Ley y compartir impresiones.
Siempre servicial, siempre empalagoso.
La Pandemia y la política nos distanció.
Descanza en paz gordo querido, lamento en el alma que no hayas podido gozar de una Apimondia en Chile.
PD: al final no supe mas de ti desde que me bloqueaste en twitter.
De a poco esto de la Apicultura en Crisis se ha ido transformando en el cuento del Lobo.
Desde 2006 con el Sindrome de Desaparición de la Colmena – SCD/CCD y culpar a los Neonicotinoides del beepocalipsis que no hemos sido capaces de salir de la cita a Einstein, que obvio, nunca dijo el físico.
“Sin abejas se acaba el alimento y los humanos desaparecen en un par de años”.
Después se nos ha sumado el cambio climático, antes calentamiento global, antes enfriamiento global mientras no somos capaces de aceptar la caótica influencia del sol en nuestra psique y por qué no, de toda la vida en el planeta. Un sol “menos activo” depresión mundial, un sol “mas activo” euforía mundial. Nos queda casí todo el próximo ciclo solar.
En concreto, por estas tierras apícolas, el asunto se ha reflejado en una megasequía que abraza de norte a sur, secando la tierra y el bosque y matorral nativo. Bueno, lo que queda, porque esto del Chilepotencia alimentaria arraza con el cerro, la ladera que no se hiela, para plantar frutales, extinguiendo la flora apicola. Y si no es la ambición humana la que mata el bosque es el incendio forestal, en un gran porcentaje causado por el mismo hombre.
“los humanos se disparan en los pies” nos dicen las abejas en su condición de Canario de la Mina.
Los apicultores nos cocinamos a fuego lento, como la Rana. Nos adormeció la baja inflación y nuestro poco poder de negociación no nos permitió subir las tarifas de polinización los pasados 10 años. La pandemica alza de precios de nuestros insumos básicos de los pasados 3 años nos pilla mal parados. La pésima temporada de miel que cerramos en marzo 2022 fue el golpe de gracia a la industria polinizadora: ese 30% de apicultores que manejas mas del 85% del plantel nacional.
Imposible seguir subsidiando desde la miel a la polinización. El agregado de valor de nuestro producto estrella tiene un límite. Sin producto es aún peor la cosa. Y que decir de la desleal competencia del producto adulterado que se vende sin freno o fiscalización alguna.
Los fruticultores y productores de semillas que nos trajeron al país para brindarles el servicio de polinización deben ahora mantenernos vivos , o no tendrán abejas para seguir produciendo en sus antropizados monocultivos, vacíos de toda vida que no sea su cultivo de interés.
Einstein más o Einstein menos, la verdad es que las abejas de miel, las abejas europeas, las abejas de apicultor son esenciales para mantener la cadena trófica, polinizando una gran diversidad de flores. Mas importantes para tantos cultivos que no se polinizan con el viento y requieren de un insecto para que lleve el semen de la flor macho (polen) a la flor hembra.
Sexo alado, peludo, melífero.
El comercio internacional trajo al gran enemigo de las abejas de miel, por allá por 1994. En un país con Varroa, sin apicultores no hay abejas europeas de miel. Sin apicultores no hay polinización.
No quiero imaginar el escenario cuando entre a Chile el Pequeño Escarabajo de la Colmena.
¿Cómo los hacemos entender?
A la Calle !!!
Antes de entrar en la revisión detallada del Plan Estratégico Apicola 2030 cabe señalar que hay varios paradigmas que trascienden el mundo de la apicultura que son erróneos y no permiten avanzar en el diseño de una Visión y Principios acorde con la realidad y necesidades de los Apicultores y sus Abejas. Por eso, creemos necesario, antes de abordar los Objetivos, Ámbitos y Líneas de Acción del plan, revisemos esos paradigmas e incluso invitamos a esbozar otros.
a. ¿Sistema Cerrado o Sistema Abierto?
Uno de los paradigmas clásicos de nuestra actividad es que concibe la agricultura desde la propiedad privada y concibe su desarrollo como un quehacer y una responsabilidad que mágicamente se extingue en el deslinde del predio. Mira la agricultura como un sistema de unidades productivas individuales sin conexión entre otros pares, sin conexión con sus entorno geográfico y sin responsabilidad ambiental alguna. A veces, admite una responsabilidad ambiental pero limitada a los deslindes de la propiedad privada donde se desarrolla.
Por el contrario, creemos que la apicultura opera en un sistema ABIERTO, toda vez que las abejas no se restringen a los deslindes del predio en el cual están ubicadas. Ellas vuelan libremente haciendo un uso racional del territorio o área de pecoreo. Cada colmena es un superorganismo compuesto por miles de abejas, una reina (hembra fecundada) y algunos machos que se nutren de la diversidad de flores a las que acceden libremente.
Este superorganismo-colmena hay que imaginarlo como compuesto de insectos que en conjunto forman una colonia, pero que actúan como un mamífero dentro de una caja.
Si se entiende así la actividad, los apicultores son quienes se domesticaron para aprender a arrear este particular ganado silvestre o asilvestrado. Los apicultores vienen a ser una suerte de pastores de este ganado con alas y enfrentan con distintas prácticas y formas de trabajo la buena crianza de sus colmenas. Algunos son fijistas, es decir no mueven de lugar sus colmenas, pero una mayoría son trashumantes y mueven sus colmenas de lugar en lugar.
La idea de un sistema abierto donde participan libremente las abejas obliga a ampliar la definición de cadena apícola y a mirarla a partir de las abejas hasta llegar al consumidor final de los productos o servicios apicolas y, necesariamente, debe incluir a todos los actores del territorio de pecoreo apícola tengan o no la necesidad de polinización.
Al mirar con ojos de abeja el territorio de pecoreo, los principales problemas que se visualizan en esta cadena son la aplicación de productos fitozoosanitarios, la desaparición de especies apícolas (fuego, tala por leña, tala por avance de la frontera agrícola), el desierto verde que significan los monocultivos cerealeros o los monocultivos en general luego de su época de floración) o la competencia de otras colmenas cercanas (con o sin pillaje) y, sobre todo, la transmisión horizontal de enfermedades, en particular la varroa y la loque americana.
La visión que aborda la actividad apícola como un sistema cerrado se concentra en los actores directos y le carga la mano a los apicultores, olvidando datos relevantes del comportamiento y quehacer de los otros actores del territorio porque no los visualiza ni considera parte de la cadena, pese a que finalmente la definen por sus dos extremos: como proveedores de pastura para las abejas (o zona de guerra en algunos casos, dada la aplicación de pesticidas) o como clientes finales que aprecian o desprecian los productos y servicios de la colmena.
En esta mirada atomizada e individualista privada, nadie defiende a los polinizadores naturales de la pérdida ecosistémica, del ataque con agrotóxicos, de la extinción, menos aun se mira a la actividad desde un enfoque de cuidado y promoción: no hay ayudas para la sobrevivencia, por ejemplo, como sí sucede con las abejas europeas.
A modo de ejemplo, no se habla nada de la extracción comercial de leña como un factor relevante en la pérdida de biodiversidad y del recurso floral toda vez que se privilegian especies apícolas (p. ej Ulmo en el sur). No se pide el registro de las aplicaciones de agrotóxicos en las zonas, ya que se piensa que la relación de riesgo es solo con las abejas dentro del predio donde se harán las aplicaciones y no se cuenta con que un determinado sector está dentro del radio de vuelo y recolección de muchas otras abejas cuyas colmenas están en otros predios circundantes. Se visualiza la relación de estos agrotoxicos solo como de vida o muerte, pero no observamos la bioacumulación ni la existencia de las llamadas dosis subletales, que igualmente pueden estigmatizar la miel con sus impurezas o simplemente hacer bajar la producción de los colmenares sin causa aparente. Olvidamos la acumulación de principios activos en el suelo y su reflejo o reaparición en las plantas a la temporada siguiente, muchos migrando hasta el néctar de las flores y vuelta a impactar a las abejas de miel y a los otros polinizadores endémicos o introducidos. La mirada reduccionista tampoco dice nada de las sinergias de los distintos principios activos en uso en el territorio de forma paralela y que finalmente son concentrados en la colmena por la carga que traen las abejas que recorren el área de pecoreo.
Es vital para el futuro de la actividad en Chile aceptar que la apicultura sucede en un sistema abierto y que por tanto, toda acción individual o colectiva de los actores apícolas y no apícolas de la cadena ampliada, debe ser emprendida desde una base territorial, considerando una definición operativa de “barrio apícola”.
También es importante aceptar que entre Coquimbo y Los Lagos es territorio apícola. Y, considerando un radio de vuelo de 3 a 5 km es territorio apícola casi todo el territorio nacional, parte de ese sistema abierto mencionado y donde todos los operadores deben tener en consideración a los otros actores y datos territoriales cuando deciden su accionar.
A modo de ejemplo, si en la zona de Ninhue se hubiera actuado considerando a las abejas cuando se decidió la forma de controlar Lobesia botrana se hubieran dado cuenta de que iban a generar una gran mortandad en las colmenas, toda vez que las viñas donde se hicieron las aplicaciones de pesticidas estaban cubiertas de correhuela, maleza en flor al momento de las aplicaciones y que es muy atractiva para las abejas. Pero como las viñas no requieren polinización, sus profesionales agrónomos y propietarios dejaron fuera de consideración a la cadena productiva apicola y generaron un daño considerable. Lo más lamentable es que es el mismo SAG el que nos obliga al Registro en el FRADA y luego nos olvida cuando ordena las aplicaciones contra Lobesia.
Es triste constatar que debido al uso de pesticidas muchas mieles producidas en áreas urbanas terminan siendo más limpias que aquellas producidas en zonas de uso agrícola intensivo.
La Ley Apícola debe considerar un Registro de Aplicación de Fitozoosanitarios (con buena georreferenciación) y debe ser recogido en el Plan Estratégico si es que aceptamos estos cambios desde un paradigma reduccionista hacia una mirada integral.
El Plan Estratégico Apicola 2030 debe considerar de igual forma, una buena fiscalización al producto MIEL (aquel que cumple la definición del Codex) persiguiendo a los falsificadores o a todo aquel que mal use el concepto con publicidad engañosa. Asimismo, sería deseable planificar una educación y promoción con los consumidores chilenos para que entiendan la diferencia entre miel y confituras que se venden con el nombre de miel, pero sobre todo, para que dentro de una corriente sensible a la agricultura a escala más humana, a una alimentación más natural, se privilegie la miel (la que define el Codex) sobre otros endulzantes.
Para poder llevar adelante los dos aspectos anteriores vamos a requerir la participación de otro actor olvidado de la Cadena Apicola Ampliada: La Ciencia. La participación de universidades y centros de investigación y sus laboratorios es esencial para estudiar las abejas, mieles y productos de la colmena, ya sea para determinar causas de mortandad de abejas o colmenas o para definir la inocuidad y origen botánico de un producto.
No vemos lo que no medimos.
b. ¿Productores de Miel o Polinizadores?
Hacer un cambio
de paradigma también obliga a entender que la abeja es inmigrante y le
permitimos su existencia en Chile para que polinice algunos
monocultivos, parte de nuestro alimento y que por tanto, la miel es un
extra que casi todos producen.
Las abejas europeas de miel fueron traídas por segunda vez a Chile, esta
vez por Patricio Larrain Gandarillas en 1844 junto al influjo de la
apicultura moderna (marcos móviles, espacio de abeja), para acompañar el
modelo fruticultor que le permitió consolidar la industria conservera
asociada. El primer apicultor, el Sr. Bianchi, vino de italia a
hacerse cargo de esas colmenas y otras más que él mismo trajo en barco.
El
Plan 2030 en comento, hace un extenso análisis del mercado mundial de
miel, detallando volúmenes y precios, países de origen y destino y nos
invita de alguna forma a seguir el ejemplo de Nueva Zelanda en la
agregación de valor con exportación al detalle y producción altamente
diferenciada. A falta de datos de nuestro mercado interno se malentiende
que la miel que se exporta desde Chile es un reflejo de la producción
nacional y de paso hace oidos sordos al enorme problema que representa
la miel falsa o adulterada.
Pero principalmente el Plan no se
hace cargo de buena forma del Servicio de Polinización. No se indaga qué
volumen y valor representa ese mercado, como tampoco muestra cifras que
permitan de alguna forma dimensionar el impacto macro que tiene la
polinización de las abejas en la economía nacional.
De acuerdo a
la FAO la relación entre lo que saca el apicultor y lo que saca el dueño
del predio que fue servido varía entre 1:20 y 1:50. El costo en
polinización de un huerto o semillero no llega al 2% del total de costos
de producción de dicho huerto. Los apicultores están afixiados por una
tarifa de polinización que no sube en el tiempo.
El documento se
queda corto en develar las cifras de la trashumancia que involucra un
62% de las colmenas del país, y no explora el tipo de apicultor que
transhuman, el tamaño del emprendimiento ni su relación con los
servicios de polinización.
Investigar y tener esas cifras,
eventualmente, quebraría la concepción, la imagen societal del apicultor
tipo (un productor artesanal) y nos obligaría a replantear la relación
con la polinización desde una apicultura no solo más profesional sino
que más digna y, sobre todo, más rentable.
El documento tampoco
indaga en la ubicación concreta de los apiarios y sus tamaños, dejando
olvidada la polinización adventicia que producen las abejas por el solo
hecho de existir; olvida los barrios apícolas y sus entornos y no
considera el hecho que mover abejas a la polinización de cultivos
también es una trashumancia que eventualmente afecta o aporta de la
misma forma que cuando se trashuma al final de la temporada de
polinización en búsqueda de la miel sureña o a las precordillera entre
Maule y Bio Bio (dadas las condiciones ambientales actuales dejo fuera
la tradicional invernada en el norte).
Se hace imperativo mirar la
actividad a partir con base territorial y conectar de mejor forma a los
propietarios y actores de cada espacio.
“Somos mucho más que
miel, somos factor productivo” ha sido la consigna de muchos años en
nuestro gremio, y hoy esa consigna debería verse reflejada en mejores
tarifas y una mejor relación con los demandantes del servicio de
polinización. Se debe entender que las abejas son un seguro y que como
todo seguro cuesta pagarlo y pero siempre es mejor no tener que usarlo.
Esperamos
que la actividad apícola permita vivir con dignidad en una relación de
largo plazo con el entorno cercado y abierto, buscando y facilitando
siempre las mejores pasturas para nuestro ganado con alas.
La
mayor rentabilidad no vendrá por la sola producción de miel y productos
de la colmena toda vez que casi el 100% del plantel apícola nacional
participa directa o indirectamente cada temporada en el desafío de
polinizar esas 150.000 hectáreas de frutales que requieren insectos para
dar frutos y otras xxx hectáreas de semilleros para oleaginosas u
hortalizas.
La única referencia en el Plan a la polinización es que en ella participa directamente un 26% de los apicultores, lo que parece poco, pero como el trabajo lo hacen las colmenas, se debería indicar que ese 26% posee del orden de 80% de las colmenas y de forma indirecta acarrea a gran parte de ese otro 20% de colmenas, ya sea comprando marcos con cría para iniciar una reina, o núcleos, o bien subarrendando las colmenas.
La cadena productiva apícola funciona y su tractor es la polinización, por lo que hay que ampliar la comprensión de cómo funciona esta suma de eslabones.
Si miramos la existencia de colmenas en función de la demanda por polinización, vemos que la zona central, históricamente frutera, concentra la mayor cantidad de colmenas llegando a una dotación promedio de entre 5 y 10 colmenas por hectárea de frutales.
En la zona sur hay menor cantidad de colmenas, pero como hay menor demanda de polinización y ciertas mejores condiciones para producir miel, se dispara a entre 15 y 20 la dotación de colmenas por hectárea de cultivo que demanda polinización (Ojo aquí con la Canola que hasta hoy no paga por el servicio de polinización).
Un caso singular es la región de Los Lagos, donde la dotación por hectárea probablemente responda a la migración anual de colmenas de más al norte (problemas de registro FRADA) que solo a las mejores condiciones para producir miel del Bosque Valdiviano. Esta singularidad es algo que se debería despejar para poder tener una mirada tan detallada como el dato actual lo solicita.
c. Mercado Apicola Internacional y Precio Justo
Por muchos años hasta antes de la invención de ciertos derivados del petróleo (circa 1960/70), básicamente el teflón y las telas impermeables, las abejas eran consideradas parte del arsenal de guerra, ya que la cera era usada como lubricante e impermeabilizante. Muchos países “bélicos” tenían instalados sistemas de subsidios y medidas para-arancelarias para fomentar su industria apícola y así tener altas producciones de cera y miel con que mantener operativa a la tropa.
La parafina también fue un golpe duro a la producción de cera utilizada para cirios y velas para iluminación y adorno y de paso afectó la mantención de colmenares para proveerse de ella.
Como la miel es algo que una colmena de abejas va a hacer sí o sí (en años propicios y en la pastura adecuada) hasta antes del petróleo la miel “no tuvo precio”, siempre fue más cara que el azúcar, pero el azúcar desde Napolen que es cada día mas barata y accessible.
Así, lentamente ha ido bajando la cantidad de colmenas en los países desarrollados a medida que se cortan los subsidios directos y se hacen viejos los apicultores. Como se debe ajustar la producción al mercado real, se hace cada vez menos atractiva la actividad para el ingreso de actores más jóvenes- Pero en paralelo, la cantidad de colmenas va aumentando en los paises llamados del Tercer Mundo, subdesarrollados, que expanden y actualizan su frontera agrícola. Mientras, los paises desarrollados imponen medidas para-arancelarias para mantener el precio de la miel bajo o protegerse de la miel adulterada o derechamente falsa y con ello distorsionan aun mas el ya pequeño mercado de la miel mundial.
Por un lado, hay una atomizada producción muy diversa y por el otro pocos compradores, principalmente empacadores que van a meter la miel al retail, donde importa más el margen de precio y un producto uniforme que obtener buena calidad del producto final. Por eso es que entran aquí jarabes de azúcar invertido bajo el nombre de “miel”, aunque nunca fueron miel, sino solo un producto para cubrir una necesidad de volumen.
En esa realidad externa y con un mercado interno inundado en miel falsa sin control ni fiscalización, no es posible pensar en seguir el modelo de Nueva Zelanda. No hay incentivos para producir con calidad y en muchos de los territorios por más que se quiera producir con calidad o no hay endemismo suficiente para distinguirse o el territorio está contaminado por agrotóxicos que matan a las abejas o sus dosis subletales terminan apareciendo como estigmas en la miel.
Primero hay que ordenar el sistema, esto es bajar y mejor utilizar los pesticidas y fiscalizar hasta minimizar el mercado de falsificaciones y luego podremos empezar a agregar a valor a un producto de calidad.
Por de pronto hay que seguir mirando con mayor detalle el mercado interno, que sin duda es mucho más grande de lo que se estima, solo viendo como proxi los volúmenes de exportación de miel y no indagando al interior de la cadena y sus interrelaciones con el cliente final.
d. ¿Peste o Conservadores?
Indicar que en Chile o las Américas que la abeja de miel juega un papel relevante en “la conservación de la biodiversidad” también es un paradigma discutible.
Ya mencionamos que la abeja de miel es europea y ha ampliado sus dominios en el mundo con la ayuda del hombre, básicamente por su producción de cera y miel y por su aporte para asegurar la polinización de algunos de los cultivos que alimentan a los humanos.
Toda vez que en Chile llevamos a nuestras abejas de miel, inmigrantes europeas, mas allá de la frontera agricola, estamos invadiendo espacio natural y entrando en competencia con los insectos polinizadores locales. Ellas compiten por el néctar y el polen. Tambien nuestras abejas tienen patógenos, bacterias y virus que pueden pasar a las otras especies de insectos locales.
Junto con los cultivos y el tráfico humano avanzan las malezas, en general de orígen extranjero y por tanto muy atractivas y privilegiadas por las abejas de miel. Estas malezas, con su avance van simplificando el paisaje, disminuyendo la biodiversidad y el endemismo que tanto caracteriza a nuestra mieles. Incluso algunas de ellas producen principios activos que bajan la inocuidad de la miel (PA’s) al punto de cerrar mercados o bajar precios.
Sólo se entiende la inclusión de esta idea de que las abejas ayudan a la conservación de la biodiversidad como una estrategia para incluirla en fondos ligados al cambio climático.
Las abejas se sirven de la biodiversidad pero parte de su éxito es que requieren de pocas especies floreciendo en paralelo para ser felices. No dependen de un solo vegetal como muchos insectos locales que son polinizadores únicos de una variedad vegetal, ni requieren una infidad de vegetales floreciendo al mismo tiempo. Digamos que a las abejas, en un sistema abierto, “les sirven todas las micros” y van a estar constantemente censando el ambiente circundante para mejor decidir en qué floraciones y dónde les es más rentable trabajar en cada minuto.
Sin duda que la desertificación producto de la megasequía es alarmante para la actividad apicola, y sin duda también que los apicultores nos hemos movido desde siempre con nuestras abejas siguiendo la temporada en busca de mejores pasturas, pero todo eso implica absorber mayores costos en transporte y suplementación en un ambiente cada día mas tóxico para la vida. Pero no por ello vamos a magnificar el papel de las abejas europeas de miel. En el mundo natural chileno admitimos que son un convidado de piedra.
Dicho lo anterior, las abejas de miel están en Chile para polinizar una serie de cultivos que no solo ayudan a la alimentación sino que además generan importantes divisas para el país.
e. Las Abejas como umbral de seguridad ambiental y alimentaria
Hay un último paradigma que revisar: las abejas como umbral de la sustenibilidad ambiental.
Si bien afirmamos que no se puede indicar que las abejas de miel europeas en Chile beneficien la conservación de la biodiversidad, tampoco es menor el trabajo de Custodio Ambiental que hacen los apicultores y el papel de umbral de la seguridad ambiental que desempeñan las colmenas y sus abejas. Las colmenas actúan como el canario en la mina, alertándonos del deterioro ambiental.
Como dijimos, las abejas adultas de una colmena pecorean un cierto territorio: imaginemos un círculo de entre 3 a 5 km de radio, por donde las abejas vuelan siguiendo las pistas, la información de oferta energética ambiental, de disponibilidad y calidad del néctar y polen que van recibiendo a medida que, primero las exploradoras traen néctar y/o polen y luego, en base al compendio de información del conjunto, en una suerte de resolución democrática, terminan ganando las locaciones más atractivas, o más “rentables” para ese superorganismo que es la colmena.
Ese acto de compartir información es vital en la maximización del uso del territorio por parte de una colmena de abejas europeas y es lo que hace que al final las abejas sean el compendio, la síntesis de un ambiente.
Entonces, en el caso más grave, sea por sequía y extinción de la cubierta vegetal o por uso excesivo de agrotóxicos, un apicultor ya no podrá sostener sus Abejas ni sus colmenas en ese lugar donde siempre las ha tenido. Será entonces el apicultor el que dará la voz de alerta a la comunidad de lo invivible que se ha transformado su paisaje y su territorio. Pero esto no sucede de la noche a la mañana, no es como en el caso del canario, donde este se muere ante la presencia del gas grisú y da una alerta inmediata a los humanos.
En el caso de la apicultura, primero se hace menos sostenible un apiario, el lugar donde el apicultor mantiene una cantidad de colmenas. Cada año le es más difícil mantener las colmenas y/o cada año debe gastar más en suplementos para sostener el mismo o menor número de colmenas. Mucho de eso se ha visto los pasados años, de norte a sur, tanto por la megasequía como por el mayor uso de productos sistémicos que producen daños subletales y por tanto poco perceptibles para el apicultor, que solo ve que le rinde menos el trabajo a sus colmenas.
También sucede que el apicultor se encuentra con episodios concretos de intoxicación por la aplicación de algún producto en la zona de pecoreo, o bien que al visitar un apiario que debería de haber juntado sus propias reservas se encuentra con colmenas muriendo de hambre. Todo aquello alerta al apicultor de que hay problemas de sostenibilidad ambiental que sin duda están afectando o van a afectar a los humanos también en otras dimensiones.
f. ¿Quién escucha al apicultor? ¿Quién es apicultor? ¿Para dónde llevamos a la apicultura, a los apicultores y colmenas de abejas europeas en el futuro?
En resumen, menos de un 30% de los apicultores llevan en sus hombros el destino de más del 80% de las colmenas de Chile, dedicándose a prestar el vital servicio de polinización para producir alimentos y luego llevan sus abejas a mejores pasturas sureñas o a la precordillera de la zona central para que recuperen fuerzas para pasar el invierno y volver a servir de factor productivo, para seguir cumpliendo con el desafío de la seguridad y soberanía alimentaria.
Temporada tras temporada las abejas pueden confiar que en años malos el apicultor les dará el sustento y el apicultor puede estar seguro que en años buenos las colmenas le devolverán en miel todos sus cuidados. Ese es el pacto, ese es el acuerdo mayoritario.
Luego de 170 años junto al desarrollo agrícola nacional ¿Podremos confiar los Apicultores en los fruticultores y en los productores de semillas que nos trajeron a estas tierra por alla por 1844? ¿Podremos confiar en los otros agricultores para que cuiden a las abejas y otros insectos polinizadores?
“Para 2018, a más de 30 años del inicio de este proceso, el sector frutícola ha adquirido una relevancia significativa para el país: abarca en superficie alrededor de 320 mil hectáreas (50% de la cuales requieren polinización entomófila), origina en cifras gruesas 73 mil empleos permanentes y 383 mil de temporada, contribuye en 39,2% al PIB sectorial y en 34% a las exportaciones silvoagropecuarias”
Hasta antes de 1970 la principal enfermedad de preocupación a nivel mundial era una bacteria que genera la enfermedad Loque Americana (Paenibacillus larvae) y que ha Chile recién entro en 2006, luego y en el tiempo, un hectoparásito externo en un par de haplotipos colonizó diezmando los planteles apicolas del mundo. Varroa destructor. A Chile entró en 1992-94 reduciendo el plantel nacional a la mitad. Desde entonces con aproximadamente 300.000 colmenas se ha crecido el plantel x4 a 1.2 millones de colmenas aprendiendo a convivir con la varroa.